Uno de los principales imanes del presidente Chávez es su dedicación a pasearse por la historia del país y recrearse en ella, detenerse en ella y casi siempre reinterpretarla desde enfoques increíblemente verosímiles –por ejemplo, Bolívar no murió sino que fue asesinado-. Muchas veces, sencillamente Chávez nos enseña por primera vez el pasado. En su faceta de pedagogo de la historia patria, sus aportes son invaluables y sólo en el porvenir esta virtud será comprendida en su colosal dimensión.
La diferenciación del Páez militar, faceta que admira, del Páez político, que abomina, es un meollo de su audaz autoría que no ha hallado resistencia ni siquiera en los historiadores más enceguecidos.
Así que el Hugo Chávez profesor de Historia pasará a la historia como el gran descubridor para una inmensa mayoría de venezolanos.
En lo personal, desde luego que no escapé de lo se repetía autómatamente en la escuela y el liceo: que fuimos descubiertos por Colón, que Francisco de Miranda fue el precursor de la independencia y que Simón Bolívar, además de ser el padre de la patria, era un hombre delgado y bajito, prácticamente de metro y medio. Y con esas características históricas uno se hacía una construcción de Bolívar: pequeño pero gigante, etcétera.
Por lo que se comprenderá el tremendo sacudimiento que sufrí al descubrir que en realidad Bolívar medía 1, 67 metros. Dios mío, casi un jugador de baloncesto.
El hallazgo lo realicé en el libro “Simón Bolívar, biografía”, de Alfonso Rumazo González, de Ediciones de la Presidencia de la República de Venezuela.
Hace algunos meses, a la buena sombra de Carlos Lanz, estuve nada menos que el Salón Ayacucho de Miraflores ofreciendo una charla. Lanz haciendo una argumentación de la manipulación sicológica toyovisionaria por medio de la noticia y en mi caso sosteniendo que el periodismo venezolano de academia es una trampa imperial que enajena al individuo y lo pone a repetir como loro que el periodismo es para decir la verdad.
Concluido lo cual nos obsequiaron la biografía de Bolívar escrita por Rumazo González (fallecido en 2002), en cuya primera parte, titulada UN HUERFANO RICO, se extrae:
“En el primer cuarto del siglo XIX Napoleón en Europa; Bolívar, es América. Pero Napoleón se quedó inmóvil para siempre en la gloria del pasado; Bolívar, continúa vivo y actuante.
Mediano de estatura –un metro sesenta y siete centímetros- tenía cuerpo fino, elegante y nervioso, como una espada toledana”.
El hallazgo me produjo una vergüenza íntima, una ruborización. Cómo es posible que tenga una versión tan desfigurada de la verdad, por qué he sido tan irresponsable con las cosas que creo.
¿Cuántas otras muchísimas cosas tendré equivocadas? A ver si me pongo a leer, o presto más atención cuando Chávez hable. Lo mismo les recomiendo.
Douglas Bolívar
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